Hay dos impuestos que darán mucho de qué hablar, que todos vamos a sentir y que algunos permanentemente resentirán, mientras otros los encontramos justos e insuficientes. Me refiero al impuesto a las bolsas plásticas y a la gasolina. Estos impuestos significan que como consumidores de productos contaminantes, vamos a asumir un costo que antes trasladábamos a la sociedad y que, como ciudadanos, no importando la cantidad que de esos productos consumiéramos, teníamos que pagar por partes iguales. Ahora se pagará de acuerdo al nivel de consumo que cada uno decida sobre esos productos.

En el caso de las bolsas plásticas, desde julio del 2017 se pagará $20 por bolsa y el impuesto seguirá subiendo hasta $50 en el 2020. De acuerdo al nivel de degradabilidad de los materiales plásticos en rellenos sanitarios el impuesto será menor. La política debe ser más fuerte y definir, como se ha hecho en muchos países, una fecha a partir de la cual quedan prohibidas las bolsas plásticas no degradables.

El impuesto a la gasolina forma parte del llamado impuesto al carbono y es un gravamen que recae sobre el contenido de carbono de combustibles fósiles, derivados de petróleo y gas. Por galón de gasolina serán $135 y para el ACPM $152; el gravamen corresponde a $15.000 por tonelada de CO2 emitida. Un impuesto similar existe en Costa Rica desde hace muchos años y con los fondos recolectados se financia FONAFIFO (Fondo Nacional de Financiamiento Forestal) y se invierten recursos en la siembra y protección de bosques para fijar carbono en cantidad similar al que se emite cuando quemamos el combustible fósil. En Colombia lo recaudado se destinará al Fondo para una Colombia Sostenible. Esperamos que su uso sea tan eficiente como es en Costa Rica. Falta un impuesto directo a las termoeléctricas que usan carbón, grandes generadoras de emisiones.

Una determinación fiscal débil, que es un primer paso, es la reducción del IVA al 5 % para motores eléctricos o híbridos en vehículos, motocicletas y bicicletas. Para lograr impacto, en países europeos, Canadá y China se subsidia el uso de vehículos con motores eléctricos o híbridos y se ha desarrollado infraestructura para el recargue de las baterías. En muchas ciudades solo se permiten motocicletas eléctricas y las de gasolina están suspendidas o pagan altísimo impuesto.

Una política fiscal interesante, que esperamos tenga efecto, es la reducción del IVA a las neveras, buscando bajar consumo de energía subsidiada en los estratos 1, 2 y 3. El comprador debe entregar la nevera vieja para recibir el descuento en la nevera nueva que es mucho más eficiente y menos contaminante.

Esperamos que la próxima reforma tributaria sea una reforma verde para disminuir el déficit ambiental que estamos generando y que nos está llevando a la degradación y la insostenibilidad económica, social y ambiental.