La reinvención de la política económica moderna está dirigida a mitigar la desigualdad sin afectar el crecimiento económico, como señala The Economist en reporte especial sobre el tema.

La desigualdad en el mundo ha alcanzado niveles de ineficiencia para el crecimiento. Investigaciones del FMI demuestran que la desigualdad en el ingreso disminuye el crecimiento y debilita la demanda. Más de dos terceras partes de la población mundial vive en países donde las disparidades han aumentado desde 1980 a grados aterradores, pero el nivel de desigualdad difiere ampliamente alrededor del mundo.

 

La concentración de la riqueza en lo alto de la pirámide es parte de estas mayores disparidades en la distribución del ingreso. Por ejemplo, la participación del ingreso que va al 1% más rico en los EE. UU. se dobló del 10% al 20% desde 1980.

 

La medida más conocida para medir la desigualdad es el coeficiente Gini que mide en escala de 0 a 1, a mayor coeficiente, mayor es la desigualdad. El coeficiente Gini de los EE. UU. subió a 0,39, con aumento del 30% desde 1980. Igual sucede en diferentes países desarrollados y emergentes como Rusia, India y en China, donde aumenta 50%, al 0,42 en el mismo periodo.

 

La gran excepción es Latinoamérica, donde la reducción del coeficiente Gini ha sido importante en la última década, llevando a una caída significativa de la desigualdad. En Brasil, una tercera parte de la caída se debe a mejoras en la distribución del ingreso y otro tanto se explica por transferencias del Gobierno. El gasto en educación ha sido el más progresivo, con mayor expansión, en la educación secundaria pública.

 

El Ministro de Hacienda muestra en la motivación de la reforma tributaria cómo el coeficiente Gini en Latinoamérica baja de 0,57 en el 2003 a menos del 0,50 en el 2010.

Pero señala que no sucede lo mismo en Colombia en donde el coeficiente Gini permanece constante alrededor de 0,57 durante el periodo y que la desigualdad se mantiene singularmente alta y persistente.

Igualmente demuestra cómo los impuestos, a diferencia de otros países latinoamericanos, no han venido cumpliendo su papel redistributivo. En este sentido, la reforma tributaria tiene las virtudes de la filosofía progresiva. El Gobierno está así respondiendo a su responsabilidad de promover la igualdad de oportunidades y mantener el crecimiento.

 

Como próximas prioridades, el Gobierno debería aumentar la competencia con leyes antimonopolio para diferentes sectores, no solo telecomunicaciones, que eleven el nivel de competencia en el país, profundizar en equidad social con mayor gasto progresivo a niveles alcanzados por países latinoamericanos y reducir las disparidades del ingreso, como en el caso de las pensiones de prima media de regímenes especiales con la eliminación de distorsiones que afecten la progresividad del gasto público.

 

El país tiene que pensar si sigue pagando generosas pensiones a gente rica en los regímenes especiales o si deciden atender las pensiones de personas más necesitadas e incluso invertir en la educación de jóvenes de bajos recursos. El gran conductor de este proceso es la política del Gobierno que incentive crecimiento económico, aumentando movilidad social y prosperidad.

Tomado de:portafolio.co