Esta anormal perturbación económica, de origen netamente fiscal, afecta la socialización, la comunicación, la estabilidad jurídica, la rentabilidad y la planificación empresarial. Se evidencia en su forma primigenia a nivel público, mediante conductas fijas y propuestas fiscalistas repetitivas, que pretenden gravar más a los nacionales que a los extranjeros, cuyos capitales vuelan, ingresan, especulan y salen sin tributar del territorio nacional, según sus propias reglas y libre albedrio.

Los primeros síntomas de este extraño trastorno oficial, por fortuna de naturaleza no contagiosa ni letal, son la ausencia de interacción fiscal con los empresarios y los trabajadores nacionales, especialmente con la pujante clase media colombiana; las denominadas estereotipias, suerte inequívoca de movimientos repetitivos a nivel fiscal; además de la escasa tolerancia por el rechazo corporativo y el mutismo frente a las razonables propuestas del Consejo Gremial y la academia colombiana.

Con el avance de la segunda oleada de síntomas del autismo tributario, salen a flote repetidas promesas sobre el futuro desmonte de gravámenes tributarios antitécnicos, enemigos declarados del ahorro, la inversión y la bancarización, como el cuatro por mil y el impuesto al patrimonio, o a la riqueza, que es lo mismo. Exigidos inicialmente de manera provisional, pero que luego se vuelven, con el pasar del tiempo, por el desplome de los precios del petróleo, el carbón y los metales, en tributos permanentes como si fueran cimientos de casas de piedra, firmes y duraderos.

El autismo tributario, palabra originaria del griego ‘autos’, uno mismo, e –ismo, consiste en referir circularmente a sí mismo todo cuanto acontece en materia fiscal. Estos complejos síntomas complican el diagnóstico, y por ello mismo, su tratamiento. Paradójicamente, las personas naturales y jurídicas que interactúan directamente con los autistas tributarios, se vuelven más tolerantes y comprensivos, pero al mismo tiempo, se mantienen firmes como un riel a la hora de defender la estabilidad empresarial, gravemente amenazada por la propuesta de impuestos nominales más alta de la historia económica del país, cuya tasa efectiva de tributación sobre utilidades del 84,5 por ciento, resultaría ser la más elevada del planeta después de Argentina.

La terapia de curación de este trastorno típico de países tropicales como el nuestro, donde todo cambia para seguir igual, o incluso peor, es sencilla, equitativa y eficaz. Ajustar el cinturón del gasto público, acorde con los ingresos tributarios presupuestados; relajar la Regla Fiscal para financiar el descuadre estatal con deuda y aumentar del IVA. Y claro, eliminar los gravámenes a las transacciones financieras, a la riqueza y la sobretasa al impuesto de renta. De hacerlo, desaparecerían como por encanto el autismo oficial y el rechazo fiscal al Poder Ejecutivo nacional.

Tomado de: https://www.portafolio.co/columnistas/autismo-tributario