Sin embargo, una desagregación de los datos pone al descubierto problemas graves en la estructura de la desocupación que merecen toda la atención de quienes son los encargados del tema, más allá de la grave cifra de que en el país hay más de dos millones de personas que son parte de la población activa que no encuentra un trabajo digno para sostenerse. Pero el asunto va más allá, pues los datos del Dane muestran que son los jóvenes quienes llevan la peor parte en el panorama de este flagelo.

La tasa de desempleo entre los colombianos, que están entre los 15 y 28 años, es de 16%, seis puntos por encima de la tasa promedio nacional y en solo las mujeres supera 21%, lo cual hace todavía más grave el tema, dada la vulnerabilidad que tiene buena parte de las mujeres del país y en un porcentaje muy alto son madres cabezas de familia que deben velar con sus propios recursos de una familia.

Adicionalmente al drama del empleo entre los jóvenes y la baja calidad de la mano de obra, la cobertura de seguridad social entre los jóvenes es muy baja, al pasar escasamente de 50%. Los temas de la calidad del empleo y la misma tasa de desocupación juvenil deben ser objeto de una evaluación de quienes tienen a su cargo el diseño y manejo de la política, restándole relevancia a los datos globales que aunque importante esconden la realidad concreta y tienen un carácter más político que otra cosa.

El mercado laboral en el que están involucrados los jóvenes trasciende la mera consideración de las cifras, sino una evaluación más detallada, en el entendido que si un joven no tiene la oportunidad de trabajar, comienza a utilizar sus energías en otros menesteres que no van por el camino correcto y sirven a un fin de desarrollo personal y profesional. Pero adicionalmente, la confianza y buena parte de progresar y adquirir nuevos conocimientos se ven limitados por la carencia de recursos o la creencia de que no tiene sentido estudiar o especializarse.

Los resultados de las estadísticas en la materia, trabajo que realiza el Dane, deben ser más que anuncios de meros datos que periódicamente se revisan y actualizan. La certeza, conocimiento y atención a los datos debe estar en la agenda de los gobernantes, en el entendido que sobre esos valores se pueden diseñar políticas de desarrollo para sectores con problemas y que son conocidos por todos o para estimular el crecimiento y desarrollo de áreas específicas cuando la política sectorial lo reclame.

Tomado de: Larepublica.co