Nick Benbow es uno de los cerebros del sistema de cobros por congestión en Londres (Inglaterra), en el que los dueños de los carros particulares pagan por entrar al centro de la ciudad, como compensación por el embotellamiento que generan. Es un sistema similar al que el Concejo de Bogotá le cerró la puerta hace apenas unas semanas.

 

 

Benbow ha convencido a políticos electos de que los implanten, pese a los costos en opinión pública que hayan tenido. El resultado: una disminución de la congestión del 15 por ciento en el centro de Londres y un recaudo de 2.000 millones de dólares para reinvertir en el transporte público.

 

 

En entrevista con EL TIEMPO explica cómo, al restringirse la movilización de carros particulares, no solo disminuyó la congestión, sino que ello ayudó a reelegir a un alcalde y a que la gente abandonara el vehículo y optara por los buses, el metro y las bicicletas.



¿Qué tomaron en cuenta para implementar los cobros por congestión en Londres?

 

 

Analizamos los impactos que tendría sobre todos los actores de la ciudad y de la zona de cobro; cómo la gente cambiaría su comportamiento y si cambiaría o no el carro particular por otro modo.

 

 

La clave del éxito fue tener un alcalde elegido democráticamente que tomara la decisión, sin importar el costo político, porque era bueno para la ciudad y para los ciudadanos. Los cobros nos benefician a todos.



¿Cuál fue el costo político?

 

 

No hubo. Fue tan exitoso que logró reelegirse tras implementar la medida. Incluso, extendió la zona donde se les cobraba a los carros.



¿Qué características debe tener una zona para que se implante una zona de cobro?

 

 

La congestión es lo principal. Si se quieren resolver problemas ambientales, hay otras medidas, como estimular el uso de carros eléctricos. Los cobros deben enfocarse solo en áreas donde confluyan muchos carros.



En Bogotá hay elevado rechazo. ¿Cómo convencería al Concejo y a la gente?

 

 

A la gente hay que explicarle los beneficios en su vida diaria de pagar y de cambiar el modo de transporte. Si se va a cobrar, hay que enseñarle que la plata se invertirá en mejorar el transporte público, y que eso la beneficiará. Los ciudadanos deben entender que llegarán más temprano a casa, que pasarán más tiempo con sus hijos. En eso toca enfocarse. Hay que usar todo: radio, televisión y prensa. Los conductores no necesitan leer un documento técnico, sino que les expliquen las principales ventajas de usar menos el carro y más la bicicleta y el transporte público, y de tener los cobros por congestión.



¿Cuándo se debe iniciar una campaña como esa?

 

 

Antes de implementarlos, para que la gente se sienta cómoda con la restricción y apoye la medida.



¿Qué medidas paralelas se requieren?

 

 

Proveer alternativas: un transporte público limpio, de calidad, conveniente y confiable. Pero hay que tener cuidado de no dar todas estas cosas buenas mucho antes, porque, si no, la gente no entenderá que es parte de un paquete de medidas, que comienza cinco años antes de que operen los cobros por congestión. También hay que asegurarse de que pueda usar la bicicleta de manera segura.



¿Qué viene para Londres en materia de movilidad?

 

 

No mucho. Solo debemos mantener lo actual con los mejores estándares. Tenemos los cobros y el sistema de transporte es excelente. No obstante, desde hace 5 o 6 años hay un boom de bicicletas, así que debemos mejorar la infraestructura y hacer cruces e intersecciones mejores y más seguros.



¿Algún consejo para Bogotá?

 

 

Sería pretencioso, pues llevo poco tiempo en la ciudad. Sí les diría a los taxistas que condujeran más despacio.



¿Qué hay que considerar al integrar sistemas de transporte?

 

 

La estaciones y paraderos deben ser eficientes y evitar que los pasajeros caminen mucho para hacer transbordos. También deben tener sistemas de información con los horarios de los buses y sus frecuencias. Otra cosa es facilitar la emisión de tiquetes y pasajes para que la gente pueda hacerlo desde la casa.

 

 

Éxitos y fracasos de la idea

En el 2000, el gobierno nacional de Inglaterra les pidió a los gobiernos locales que implementaran los cobros por congestión.

En Londres se calculaba que los trancones le costaban 6 millones de dólares semanales a la ciudad. Ese mismo año, el sistema se implantó en el área central; los conductores debían pagar 8 dólares diarios por entrar. Así se redujo la congestión el 15 por ciento y se recaudaron 2.000 millones de dólares para el transporte público.

En Edimburgo, capital de Escocia, la clase política pidió muchas exenciones. Aun así, lo sometieron a votación para evitar el costo político. Justo antes, el gobierno local decidió buscar recursos para hacer el tranvía, y el mensaje para la gente fue que los cobros eran innecesarios para hacer obras. Como resultado, el 74 por ciento votó en contra.

En Manchester, en el norte de Inglaterra, sucedió algo similar. Los políticos empezaron a condicionar la medida para que afectara a la menor cantidad de gente. De manera paralela se aprobó una billonaria inversión en transporte público por la vía de endeudamiento y los ciudadanos interpretaron que los cobros eran innecesarios. La propuesta fracasó, pese a que la congestión se hubiera reducido un 30 por ciento.

 

 

NATALIA GÓMEZ CARVAJAL
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Tomado de: https://www.eltiempo.com/bogota/cobros-por-congestion-en-bogota/14265516