El día 2 de este mes nuestra firma produjo un documento TRIBUTAR-io relacionado con los aspectos contables y tributarios que emanarían de la llegada al país (hasta ese momento apenas potencial) del COVID-19. Allí simplemente hicimos algunas reflexiones en dimensión de lo que podría pasar a los estados financieros de 2019 en aplicación de lo que se conoce como “hechos ocurridos con posterioridad al cierre.”

Hoy abordamos el tema nuevamente porque siendo ya una realidad, y por lo que se evidencia de otros países (como España e Italia), de no tomar acciones prontas y decididas, podremos llegar a un nivel indeseable de contagio y efectos imprevisibles. El Gobierno hace lo suyo y busca por todos los medios hacer conciencia en la población; los medios periodísticos hacen lo propio buscando desplegar la noticia, buscando que la gente despierte y observe que el tema es verdaderamente serio y de mucho cuidado.

Ayer escuchaba una médica colombiana que trabaja en España y terminaba su discurso diciendo: “España está muy tarde. Colombia está tarde.” Con ello quiso significar que debemos tomar medidas y actuar CONJUNTAMENTE. Y no se trata solamente de esperar las medias gubernamentales. No, en este caso mi llamado personal es hacia los empresarios y dueños de empresas. No podemos darnos el lujo de sobreponer la voracidad capitalista frente al virus; en cabeza de las empresas y empresarios pesa una buena parte de la responsabilidad en la toma de decisiones para coadyuvar al esfuerzo de evitar la propagación.

Bogotá asume una decisión razonable en las circunstancias: viernes 20 de marzo a lunes 23 del mismo mes, nadie circula; todo el mundo se queda en casa. Las empresas localizadas en Bogotá quedan cerradas por un día (viernes); las empresas localizadas en su periferia (Chía, Mosquera, Cota) deberán entender que sus empleados, los que residen en Bogotá, no concurrirán a sus puestos de trabajo. Seguramente, Cundinamarca se sumará a esta jornada de restricción en la circulación de personas.

En este sentido, mi idea es que las empresas de país deben sumarse a la emergencia y hacer un alto en el camino, mandando a su gente para la casa (con teletrabajo o sin él) con orden irrestricta de autoaislamiento y cuidado. Muchos empleados quisieran estar en su casa en aislamiento, pero la necesidad del trabajo y el temor a ser despedidos los hace ponerse en riesgo, utilizando transporte público y definitivamente exponiéndose a ser contagiados o a contagiar.

Los empresarios hoy piensan con sentido capitalista: no podemos cerrar porque tenemos pedidos; no podemos cerrar porque caeríamos en incumplimiento de pedidos; no podemos cerrar porque eso nos generaría pérdidas… el cierre es ahora o luego vendrá el arrepentimiento.

Es un asunto muy serio y lo que conocemos de España e Italia es una muestra escalofriante de lo que puede venir.

Recordemos que según la ciencia médica, el coronavirus tarda unos 14 días en manifestarse, pero entre el día cero y el 14, ese portador expulsa virus y contamina. Según esa misma ciencia, cuando un portador tose o habla, expulsa saliva cuyas partículas permanecen en el ambiente al menos durante tres o cuatro horas, facilitando su propagación y contagio.

Este es un llamado a la conciencia colectiva, pero esa conciencia no depende de los empleados; depende de sus empleadores; depende de las empresas y sus altos ejecutivos.

Una actitud responsable es sumarse a la medida de restricción de circulación voluntariamente, cerrando las empresas durante los cuatro días de la semana entrante. En esto no hay espacio para las “medias tintas”; se requiere verticalidad de acción porque esta es una muy seria emergencia sanitaria.

Luego vendrá el análisis tributario, que nos proponemos desarrollar en el siguiente documento.

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